La ambición es un gran motor para la acción, un perfecto antídoto contra el inmovilismo, la apatía y el estancamiento. Nos empuja a avanzar hacia nuevas metas, a ser una mejor versión de nosotros mismos, a crear y construir extraordinarias obras de arte, empresas o formas de vida. De forma latente la ambición es necesaria para avanzar, crecer y crear en todos los estratos de nuestras vidas, es en gran parte, la responsable del desarrollo de la humanidad como conjunto. Es una fuerza sintetizadora de objetivos sin la cual no hubiéramos conseguido algunos de los grandes hitos, descubrimientos e invenciones de la historia, pero a su vez también ha sido causante de algunos de los grandes horrores que conoce la raza humana. Hemos visto durante el transcurso de la historia como la ambición de algunos individuos ha vejado, sometido y destruido vidas, familias y sociedades al completo.
¿Qué convierte la ambición en virtud o en vicio? Existen 4 conceptos que determinan la condición de una ambición:
- El objetivo: el detonante de tu ambición, que quieres conseguir para que esa llama se encienda. Un ejemplo de objetivo que mueve una ambición sana o virtuosa sería conseguir la cura para el cáncer, o ser campeón del mundo de algún deporte. En cambio un objetivo que puede hacer de una ambición un vicio, sería conquistar un país, o someter a un determinado tipo de personas a maltrato o injurias por el hecho de ser quienes son (apartheid, tercer Reich, etc). Preguntas que debes plantearte:
- ¿Qué mueve tu ambición?
- ¿Qué quieres conseguir con ello?
- Los medios: que recursos se necesitan o acciones deben ser ejecutadas para la consecución del objetivo que se ha marcado. Es muy importante tener esto en cuenta ya que un objetivo noble o virtuoso puede convertirse en vicioso si por ejemplo para ser campeón del mundo de un deporte se toman sustancias ilegales o se daña a la competencia de forma deliberada para poder ganar. Que deberías cuestionarte:
- ¿Qué necesidades o sacrificios requiere?
- ¿Qué estrategias o herramientas necesitas?
- La actitud: hay que analizar si se persigue y se ejecuta un objetivo como fruto del amor o del odio. Es posible que durante el proceso nuestra actitud, nuestros sentimientos cambien, que a lo largo del proceso se conviertan en frustración, miedo o ira por lo que hay que pararse a valorar si la ambición se ha convertido en un círculo vicioso destructivo, en ocasiones empieza en un buen lugar emocional pero el desgaste puede provocar un giro. Que debes preguntarte:
- ¿De qué sentimiento surge?
- ¿Es el mismo sentimiento el que rige en este momento del proceso?
- ¿Las motivaciones son egoístas o altruistas?
- Las consecuencias: este aspecto es el más complejo de los 4, ya que puede ser muy relativo y difícil de detectar o cuantificar. Es muy posible que las consecuencias no sean buenas para todos, por ejemplo, para que una persona sea ganadora en un evento deportivo otra tiene que perder, pero eso es intrínseco a la propia naturaleza de la competición, no es un perjuicio sino una condición que se acepta cuando uno empieza a competir. No se puede contentar a todo el mundo. En cambio, si los daños o perjuicios son sufridos por personas como daño colateral, o de forma intencionada, como podría ser, por ejemplo, la invasión de un país por el mero hecho de hacer más poderosa una nación, es una ambición viciosa o negativa. También el hecho que se quiera conseguir más dinero o poder a través del trabajo incesante hace que la familia sufra abandono o la sensación que no son queridos. Pregúntate si:
- ¿Beneficia o perjudica a otras personas o conjunto de la sociedad?
- ¿Cómo hace sentir a las personas de tu entorno (familias o amigos)?
En conclusión, la interacción de estas cuatro variables determinan la condición de una ambición. A su vez son la brújula que pueden guiar del crecimiento personal que se refleja en muchas ocasiones en los objetivos y ambiciones.